Vuelve la Mercè. Cosas de la pandemia, todavía nos llega tímida, como si le costara soltarse. Pero Barcelona siempre está y cuando se acerca la fiesta mayor vuelve a ser ella misma, la ciudad que quiere ser feliz.
Barcelona es muchas cosas. También es la ciudad del DiR. Somos una grandísima pequeña parte de la ciudad. Por nuestros 22 clubes cada semana pasan miles de barceloneses. Nuestros clubs son un espectáculo de vida. DiR es una inmensa policromía de maneras de hacer y de pensar. En la ciudad hay pocas realidades tan diversas e intergeneracionales.
Coincidiendo con la Mercè ’21, reivindicamos nuestro compromiso con Barcelona. Hace cuarenta y dos años que trabajamos para socializar la actividad física. Desde la apertura de nuestro primer gimnasio en el barrio de Guinardó, hemos ayudado a Barcelona a ser una ciudad más sana.
Sabemos que cuando se lo propone, Barcelona es una ciudad imparable. Por esta razón, una vez hayamos festejado esta Mercè, Barcelona se tiene que volver a mirar al espejo porque Barcelona tiene que ser como nos la imaginamos.
Hay cierta unanimidad con que las calles no acaban de brillar y que en cada colada se pierde una sábana. Esta sensación también se ha extendido en el mundo del deporte. Ya no somos una gran capital europea que acoge acontecimientos deportivos que nos proyecten en el mundo.
La Barcelona olímpica se ha difuminado. Aquella Barcelona que, orgullosa y atrevida, se decía a ella misma que se tenía que poner guapa, ahora es un recuerdo. Hoy cuesta reconocer Barcelona, seguramente la mejor ciudad del mundo.
En el momento de ponerse guapa, parece como si Barcelona tuviera que romper muros y dogmas. Es una lástima. De hecho, hay dogmas que también nos afectan. Hablo de la obsesión de algunos de los dirigentes deportivos del ayuntamiento. No quieren ver a DiR como lo que somos: una fuente de vida, una parte esencial de la Barcelona que quiere estar bien.
Es difícil entender, por ejemplo, que el ayuntamiento gaste dinero público –que es de todos– para hacer publicidad gratuita únicamente de los concesionarios de gimnasios municipales. Esta manera de actuar topa con el que tendría que ser un objetivo compartido, que la salud y la actividad física llegue a todo el mundo, al margen de quien da el servicio. Si el ayuntamiento pensara en grande, evitaría este sesgo ideológico y sencillamente se limitaría a trabajar para hacer de Barcelona la ciudad más sana y saludable.
Así, en abril del 2020, en plena pandemia, el pleno del ayuntamiento acordó facilitar una ayuda a TODOS los gimnasios y centros deportivos de la ciudad, cosa que no ha hecho. Hasta ahora solo ha apoyado a los que son de concesión municipal, que, por cierto, casi siempre son entidades privadas. Y lo ha hecho dos veces, persistiendo en la discriminación.
Hacer este tipo de divisiones no tiene sentido. Las cosas son más lógicas. DiR es una parte de Barcelona y no se entiende que, en plena Covid-19, el Ayuntamiento discrimine uno de los motores de salud más potentes de la ciudad.
Pero al margen de esta actitud, pensemos en positivo. Quedémonos con las cosas buenas: que vuelve la Mercè y que lo tenemos que celebrar.
Desde DiR animamos a la ciudad a ponerse guapa y a estar sana porque la actividad física es salud y es estar bien. Queremos una ciudad alegre, creativa y única, una Barcelona vital y feliz porque los mejores tiempos son los que vendrán. Si somos la mejor ciudad del mundo, que se note.
Barcelonesas y barceloneses, desde DiR, feliz fiesta mayor.
Ramon Canela
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