Una alimentación saludable, además de prevenir enfermedades, nos proporcionará mucha energía y buen humor
No podemos demostrar al cien por cien que somos todo lo que comemos. Pero sí hay estudios que han comprobado que el tipo de alimentación puede provocar determinadas enfermedades o, al revés, convertirse en la mejor medicina preventiva.
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Optar por las grasas inteligentes
Nuestras células se alimentan de grasa, pero necesitan grasa de buena calidad. Por ejemplo, los ácidos grasos omega 3 y omega 6 son especialistas en nutrir el cerebro, ya que favorecen la creación de mielina, la sustancia que recubre las neuronas y facilita las conexiones interneuronales. Son ricos en omega 3 el pescado azul, las nueces y algas marinas. Las semillas de sésamo, la avena y los cereales integrales tienen omega 6. Los fosfolípidos son otras grasas inteligentes. Ayudan a fabricar mielina y mejoran el rendimiento intelectual. Son ricos en fosfolípidos la yema de huevo y la lecitina de soja.
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La juventud se alimenta de frutas y verduras
La fruta y la verdura, además de contener fibra, indispensable para la salud de los intestinos, contiene fitonutrientes como los carotenoides, los antocianos, los flavonoides, los lignanos y los componentes con azufre. Todos estos nutrientes tienen propiedades terapéuticas demostradas contra el envejecimiento, tanto para los efectos contra los radicales libres como para la estimulación de la circulación sanguínea de venas (los carotenoides protegen los capilares). Sus beneficios llegan también al estado de ánimo. Está demostrado que una dosis extra diaria de 150 miligramos de vitamina C disminuye el mal humor.
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Sustituir la leche por más yogur
Numerosos estudios han confirmado que la leche de vaca no es muy digestiva. Es un alimento proinflamatorio que lleva nutrientes poco asimilables, como la caseína y la lactosa, y que puede resultar muy rica en grasas saturadas. En cambio, el yogur, a pesar de ser un derivado de la leche, es mucho más asimilable gracias al proceso de fermentación y en la transformación de la lactosa en ácido láctico, muy beneficioso para el crecimiento de los lactobacillus bifidus, que son un tipo de lactobacilos que podemos encontrar en los yogures y que repueblan la flora bacteriana intestinal y nos protegen de microorganismos patógenos.
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Olvidar el azúcar…
Quien más quien menos conoce los efectos del exceso de azúcar, el antinutriente por excelencia. En la pirámide alimentaria se le clasifica dentro del grupo de calorías vacías, ya que no aporta nutrientes y, en cambio, sí bastantes calorías. Un consumo excesivo favorece la obesidad, ya que el cuerpo transforma el azúcar en grasa con el fin de almacenar esta energía. Pero si sólo fuera eso, todavía. El problema es que el azúcar acidifica el organismo que, a fin de mantener el pH estable, necesita nutrientes alcalinos (aportados sobre todo por las verduras), y si no encuentra en cantidad suficiente «roba» calcio a los huesos.
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…Y abandonar la sal
El condimento por excelencia de nuestra cocina es también un gran desestabilizador de nuestro metabolismo. Un consumo excesivo de sal modifica los niveles de minerales como el sodio y el potasio, fundamentales para el equilibrio de nuestro organismo y que se ven afectados fácilmente por factores externos como el estrés. Puedes cambiar la sal por otras especies o, al menos, utilizar sal marina que aporta más minerales y menos sodio.
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Comer carne con medida
La principal ventaja de la carne es el alto contenido en proteínas. Pero el secreto está en combinar el consumo de carne (2-3 veces a la semana) y el de otros alimentos muy proteicos como el pescado, los huevos y los frutos secos. No olvidemos que la carne es rica en grasas saturadas y colesterol. Contiene ácido araquidónico, un ácido graso esencial para el organismo pero que, en grandes dosis, puede disminuir la respuesta inmunitaria del cuerpo. Cuando la carne se metaboliza, el cuerpo obtiene ácido úrico. Si hay en exceso se acumula en el cuerpo en forma de pequeños cristales y origina gota, cálculos renales o dolor en las articulaciones.
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Cereales integrales y semillas, una vacuna contra la depresión
Los cereales integrales y las semillas son una fuente rica de calcio, magnesio y vitaminas del grupo B, todas sustancias vitales para la salud mental. La falta de las vitaminas B afecta rápidamente al modo de cómo uno siente y piensa. La falta de vitamina B6, por ejemplo, podría inducir a un estado depresivo por la imposibilidad de sintetizar serotonina, molécula del buen humor. El calcio y el magnesio también juegan un papel clave en el funcionamiento del sistema nervioso, y cuando faltan provocan irritabilidad y nerviosismo.
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