Estos días han aparecido dos estudios sobre el café que han causado un cierto revuelo porque establecen una relación entre el consumo de café y el incremento de la esperanza de vida. Son buenas noticias, pero antes de lanzarnos a beber café a cascoporro hay que ponerlas en su contexto: desgraciadamente, en nutrición humana las cosas no son tan sencillas ni los estudios suelen ser tan concluyentes.
¿Qué dicen realmente estos estudios?
El café es rico en sustancias saludables y hay muchos estudios recientes y antiguos que lo confirman: aparte de la cafeína, contiene unas 1.000 sustancias con actividad biológica (compuestos fenólicos, polifenoles, ácido clorogénico, terpenos, etc.) que tienen beneficios para la salud y que pueden ayudar a prevenir algunas enfermedades como la diabetes II, el Alzheimer o el Parkinson. Pero no nos engañemos, el café no es un medicamento: para prevenir la diabetes II, por ejemplo, es infinitamente más efectivo moderar el consumo de azúcares libres que tomar café.
Estos dos nuevos estudios, uno hecho en Europa y el otro en Estados Unidos, proporcionan nuevos argumentos a favor del café, pero debemos recordar que son estudios observacionales, es decir, que no establecen causa-efecto sino correlaciones: han observado que las personas que toman tres tazas de café al día pueden reducir la mortalidad entre un 8 y un 18%. Esto no es lo mismo que afirmar que tres tazas de café reducen la mortalidad. En ciencia, la diferencia es significativa. Un ejemplo clásico: podemos hacer un estudio que observe que las personas que llevan gafas son más inteligentes (correlación), pero nunca podremos concluir que el hecho de llevar gafas nos hará más inteligentes (causalidad). En estos estudios, la reducción de la mortalidad podría ser debida al café, pero también podría ser que las personas que lo toman más tengan un nivel económico alto (y estadísticamente, más dinero significa más salud) o que hacen más deporte: con este estudio no lo podemos saber, porque solo observa lo que ocurre y no analiza por qué ocurre. De hecho, los mismos autores han dicho que no se pueden atribuir propiedades saludables al café. Por lo tanto, hay que relativizar: el café sigue teniendo los mismos inconvenientes y las mismas virtudes y es tan saludable como lo era hace una semana. No hay ningún milagro nuevo.
Café sí, pero dentro de una patrón alimentario saludable
El café puede ser saludable, pero si realmente queremos mejorar la esperanza y calidad de vida, ni el café ni ningún otro alimento aislado, por saludable que sea, son el camino. Lo realmente importante es tener un buen patrón alimentario, hacer algún tipo de actividad física de manera regular, dormir bien y tener una buena gestión emocional, que son los cuatro ingredientes básicos de una vida saludable. Tomar café y no respetar estos elementos no tiene ningún sentido y, por el contrario, si los respetamos, podemos prescindir perfectamente del café. Una de las autoras del estudio norteamericano, Veronica W. Setiawan, explica también que «la mortalidad reducida estaba presente con independencia de si el café era normal o descafeinado», lo que sugiere las posibles ventajas para la salud no estarían relacionadas con la cafeína, sino con otras sustancias. Y estas sustancias las podemos obtener de otros alimentos, en especial de verduras y frutas; ¡éstas sí que tienen una relación directa con la reducción de la mortalidad! Tampoco es lo mismo beberse tres cafés solos que tomarlos siempre azúcar, una sustancia que debemos tomar con mucha moderación.
¿Quién debe tener cuidado con el café?
En nutrición hay pocas verdades universales y no todo sirve para todos. Esto, claro, también vale para el café. Por tanto, a pesar de sus propiedades saludables, no es un alimento para todos. ¿Quién debe vigilar con el café?
- Las personas nerviosas, o con ansiedad o estrés, que suelen presentar contenidos elevados de catecolaminas (hormonas del estrés) en el organismo. El café puede agravar su estado porque estimula la producción de adrenalina.
- Tampoco es una buena idea tomarlo justo después de levantarnos, porque interfiere en la liberación de cortisol, un proceso natural del cuerpo que se produce justo después de despertarnos. Mejor esperar unos 50 minutos.
- Por esta razón, tampoco se recomienda tomar café seis horas antes de acostarse, porque puede interferir en los procesos del sueño y evitar que descansemos de manera adecuada.
- Tampoco es una buena idea tomar café después de una comida si tienes problemas de anemia (falta de hierro), ya que el café contiene sustancias como los oxalatos que reducen la absorción de este mineral un 40%.
- Las mujeres embarazadas no deberían tomar café, ya que la cafeína llega al feto.
- Mejor no tomarlo con el estómago vacío porque estimula la producción de ácido gástrico, lo que puede provocar problemas estomacales.
- Por último, si vamos todo el día cansados y sólo nos espabilamos con un café, o si «solo somos personas» por la mañana después de tomar un café, tal vez deberíamos profundizar en las causas reales de nuestro agotamiento y adoptar estrategias que solucionen el problema de fondo.
El resto, disfrutad del café.
Adam Martín, experto en comunicación nutricional del DiR
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