Aún no hace quince días escribía en ese mismo blog que cuidarse vale la pena. Y añadía que realizar actividad física de forma regular tiene un retorno enorme, que es «el equilibrio con uno mismo». Hoy recupero esta idea para hablar, precisamente, de este estar bien con uno mismo cuando nos toca vivir circunstancias especialmente delicadas.
De repente, diría que de una manera inesperada, Europa se ha encontrado con una guerra. Rusia ha decidido desquiciar el ir haciendo del viejo continente, que es donde estábamos instalados, con la cruenta invasión de Ucrania.
Una acción bélica de esta dimensión, transmitida en directo por la televisión y por internet, genera una inquietud y un malestar generalizado. Cuesta mirar hacia otro lado porque en todas partes se ve o se intuye la guerra. Mires donde mires encuentras tanques, devastación e injusticia. Esta vez no hablamos de los quebraderos de cabeza habituales de cada día, que si los análisis pesimistas de los expertos económicos o de si la inflación será de recuerdo o no lo será. Esta vez es mayor. De repente nos encontramos conviviendo con imágenes cruentas de sufrimiento y de violencia. En definitiva, sin adornarnos hemos pasado de dolores de cabeza más o menos terrenales a la pesadilla de convivir a diario con el rostro más oscuro de la civilización: la guerra.
Esto nos altera. A unos, mucho y a otros, más aún. La guerra no deja indiferente a nadie. En circunstancias normales, al cabo del día consumimos mucha violencia. Es innegable. Pero esta vez los medios nos la traen en tiempo real. Estamos a un click de la crudeza de las armas y de lo que es una enorme locura bélica.
A nivel individual no podemos detener la guerra. Por tanto, a cada uno de nosotros nos toca convivir con este conflicto de la mejor manera posible. Sin ser ajenos al sufrimiento de miles de personas, debemos estar lo suficientemente fuertes para abordar nuestro día a día. Por eso insisto en la necesidad de cuidarse y encontrar, ahora más que nunca, ese «equilibrio con uno mismo», del que hablaba en la primera línea del artículo.
La actividad física ayuda a descongestionar el cuerpo y la cabeza, nos permite hacer limpio de quebraderos y dolores de cabeza. Si nos encontramos bien de piernas y cabeza, afrontar el resto es algo más sencillo.
No se trata de dar la espalda a la realidad. Se trata de estar más fuertes para afrontarlo. Y en ese sentido, la actividad física es básica.
Sea sensible a lo que ve, no se esconda de la realidad, escuche y opina, pero sobre todo protéjase. No pierda el hábito de la actividad física diaria. Y si puede ser, justo lo contrario: blinde sus ratos de salud mientras deseamos que se imponga la paz.
Ramon Canela
¿Que piensas?