Sergi Garcia tiene 47 años y vive en Barcelona. Tiene distimia, es decir, depresión crónica. Pese a pasar por momentos muy oscuros, en los que incluso trató de quitarse la vida más de una vez, pudo encontrar su luz: el gimnasio. Hablamos con él sobre cómo el DiR le ha ayudado a ver la vida con unos ojos diferentes.
Háblanos de tu enfermedad
La distimia es como cuando la depresión se hace crónica. Me viene por dos motivos: por la educación de hace unos años, que se basaba en la comparativa y en el “tú no sirves para esto o para aquello”; a mí me hundió. El otro motivo es el bullying que sufrí de joven.
Aunque estaba en tratamiento, mi enfermedad era un tema bastante tabú. Recuerdo comentarios de «no se lo cuentes a los tíos», «no digas esto». Por suerte, lo bueno de la pandemia es que las enfermedades mentales han salido a la luz y ahora se puede hablar con mucha más tranquilidad de estos temas.
Creo que es muy importante también saber diferenciar entre una depresión y un momento de baja moral. Este segundo es mucho más pasajero y leve; la depresión no es un tema de broma, es importante y peligrosa si no se trata a tiempo, ya que puede convertirse en crónica, como en mi caso.
Momentos difíciles y de superación
Intenté quitarme la vida tres veces: con el coche y con pastillas. Estaba en una época muy dura, pero salí de ella. Para mí es como haber vuelto a vivir tres veces.
En relación a mi vida, yo estuve trabajando durante muchos años en la hostelería, un ámbito muy exigente. Mi válvula de escape de los nervios y la angustia fue la comida: como no tenía tiempo para nada que no fuera trabajar, para rebajar los nervios comía, y me engordé mucho.
Al cabo de unos años, decidí empezar el cambio. A mí siempre me ha gustado mucho andar y la montaña, pero no era suficiente. Me pasé en el gimnasio y fue un gran cambio. Llevo 9 años como socio del DiR. Me apunté al DiR Tarragona, pero también voy al DiR Diagonal. Me costó un poco empezar, porque por mucho que corrase, después comía mucho y no me adelgazaba. Luego ya empecé a saber más cosas de nutrición y entre esto, las diversas clases de spinning que hacía y la ayuda de los entrenadores personales del DiR, me adelgacé mucho.
¿Qué te llevas del DiR?
El DiR me ha ayudado en muchos aspectos. En primer lugar, porque he conocido a mucha gente. Una tercera parte del rato que estoy en el gimnasio me la paso charlando con gente: ahora con éste, ahora con ésta… se ha convertido en un club social y me encuentro muy a gusto.
Además, la parte de la mente que se nubla y se llena de pensamientos negativos, cuando estoy en el DiR entrenando, se pausa. Mientras entreno, la parte negativa de mi cabeza no está; sólo tengo despierta la parte que me dice “ahora estás haciendo bíceps, ahora estás dando una clase de Spinning, etc.”
Cuando salgo del gimnasio, esta parte negativa sigue fuera durante dos o tres horas más; después ya se despierta de nuevo, pero es una gran ayuda que se quede fuera durante tantas horas.
Para mí, el gimnasio es como un fisio de la mente. ¿Te duele la espalda? Vas al fisio. En mi caso, ¿empiezo a tener la cabeza nublada? Voy al gimnasio. Para mí es como un psicólogo o psiquiatra. El gimnasio, para mí, es un ansiolítico más. Tengo mi medicación, mis amigos y el gimnasio. De hecho, uno de los mejores entrenamientos que hago es cuando estoy en casa y no tengo ganas de venir, pero me digo “venga, va, ve”. Este esfuerzo es para mí el mejor entrenamiento de todos: me devuelve más optimista, más feliz y tener más ganas de hacer cosas.
¿Qué son los retos deportivos solidarios?
Los retos deportivos solidarios los empecé en la pandemia, porque me puse mucho en la piel de las víctimas y trabajadores y trabajadoras sanitarias, que estaban en la primera línea. Un día pensé, «venga, me voy a andar», y me colgué un cartel que ponía «dedicado a las víctimas de la Covid-19 ya los trabajadores de primera necesidad», e hice una caminata muy larga.
Todos estos retos -porque ya he hecho 7 u 8- se han ido visualizando a poco a poco. Cada vez que los he finalizado, me he sentido lleno, y para mí esto es esencial. Además, gracias a los retos he descubierto algo, y es que en la vida hay mucha gente buena.
El camino sigue
Mi enfermedad genera mucha intolerancia a la ansiedad, a un pequeño problema… Donde una persona ve un bache, yo veo una montaña; en vez de ver una circunstancia por resolver, veo un gran problema. Esto, muchas veces, te echa atrás, porque a la mínima dificultad, o no quieres hacer esa cosa, o quieres desaparecer.
Ahora soy capaz de hablar de mi enfermedad, algo que nunca había hecho antes de los 40 años. Al igual que otras muchas cosas, que nunca pensaba que fuera capaz de hacer, como ir en moto o viajar solo a la ciudad más fría del mundo.
Estoy muy a gusto con lo que he hecho y no me arrepiento de nada, porque gracias a los errores y aciertos que he tenido, soy quien soy hoy en día. Siempre debemos mirar la parte positiva de las cosas.
¿Que piensas?