Hace ya un tiempo que el mercado de alimentación saludable está lleno de superfoods, una serie de productos que, si tenemos que hacer caso de las etiquetas, tienen todo tipo de propiedades saludables. Pero, ¿qué son? ¿Son tan súper como nos quieren hacer creer?
Los que se suele llamar superfoods o superalimentos son alimentos o productos de origen vegetal -con la excepción de los productos apícolas- que destacan porque tienen una alta densidad nutricional o una cantidad importante de algún nutriente, ya sean proteínas, ácidos grasos esenciales, vitaminas, minerales, fibra u otras sustancias beneficiosas para la salud, como los fitoquímicos. Todo esto puede incrementar la energía, mejorar la tolerancia al estrés, incrementar el sistema inmunológico o ayudar a los procesos de desintoxicación del organismo.
Encontramos estos productos en todo tipo de presentaciones y formatos -en polvo, cápsulas o píldoras, normalmente- que hacen que la ingesta sea mucho más práctica, pero también pueden ser alimentos, como la col kale o el brócoli, o especies, como la cúrcuma.
El término ‘superalimento’ es poco concreto, pero puede ser interesante y útil siempre que tengamos presentes una serie de cuestiones previas y que tengamos claro cuando nos quieren tomar el pelo y cuando se trata de un producto interesante para la salud. Dicho de otro modo: comprar un producto sólo porque está etiquetado como superalimento no es una buena idea. Lo mejor es informarse sobre sus propiedades, el proceso de fabricación y ver si se ajusta realmente a nuestras necesidades y nuestro bolsillo.
Cosas a tener en cuenta antes de consumirlos
– No empecemos la casa por el tejado: ningún superalimento no puede sustituir una dieta saludable y equilibrada, ni tampoco compensar los excesos de una mala dieta. Será, por tanto, un complemento magnífico, pero siempre en el contexto de unos hábitos de vida saludables.
– No sustituyen ninguna comida: cuando obtenemos los nutrientes de los alimentos, nos llenan y nos sacian. Si sustituyes alimentos por superfoods, corres el riesgo de tener ataques de hambre incontrolables, aparte, claro, que no tendrás una dieta equilibrada. Otra cosa son los productos con superfoods y otros ingredientes diseñados específicamente para sustituir una comida, como por ejemplo un muesli con superalimentos.
– Usemos el sentido común: a veces compramos un producto porque contiene una cantidad brutal de algún nutriente, pero no pensamos que la dosis que tomamos -a veces una cucharada, o dos- nos proporciona una cantidad insignificante y totalmente irrelevante desde el punto de vista metabólico, por no hablar de la relación desorbitada precio/kg de algunos productos.
– No son medicamentos: no sirven para tratar ninguna enfermedad, aunque algunos puedan ser útiles para paliar los efectos secundarios perjudiciales de determinados tratamientos. Si te interesan por esta razón, ponte en manos de un buen médico especialista en medicina integrativa o un nutricionista que conozca bien el tema.
– De buena calidad: la calidad de la materia prima y un proceso de elaboración que mantenga las propiedades intactas son fundamentales. Deben ser ecológicos y nunca sintéticos, siempre naturales.
– Tómalos bien: deben tomarse con regularidad, en pequeñas cantidades y mezcladas con los alimentos.
– Escucha tu cuerpo: si notas que un superalimento te va bien, no dejes de tomarlo. Y al revés, si crees que te duele, deja de tomarlo aunque te digan que es el mejor del mundo.
Adam Martín, periodista y Master en nutrición y salud para la UOC
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